Crónica...
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Nos
preparamos para ir a una ruta de paseo que generalmente los jóvenes frecuentan
para divertirse, un joven del Hogar Juvenil Campesino de nombre Samuel nos acompañó. Primero
tuvimos que atravesar el basurero del municipio, un lugar un poco desagradable
pero en cierto sentido no olía del todo mal, al parecer le hacen buen
mantenimiento. Luego bajamos por un sendero algo peligroso puesto que nos
resbalábamos mucho, sin embargo, era algo divertido, salimos a la carretera y
finalmente nos encontramos con un río lleno de piedras, a orillas del río había
una casita humilde y dentro del río dos bañistas que de por si se
estaban divirtiendo aventando agua por todas partes. Nos fuimos por toda la orilla
del río, íbamos pasando entre piedritas atravesando algunas zonas del río,
algunos compañeros que iban conmigo, optaron por quitarse los zapatos para
atravesar mejor el río, yo seguí con los míos puestos, pero desafortunadamente
me toca quitármelos pues ya habían zonas donde había que pasar por entre afiladas piedras y estaba
algo profundo.
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A
medida que subíamos río arriba, íbamos contemplando el paisaje de las bellas
montañas que contrastaban con el cauce de este, que no era peligroso por la
cantidad de rocas que contenía, ya entendía yo por qué era una forma de
distracción, además porque a los lados se encontraba vegetación abundante y era
un lugar propicio para los enamorados, o al menos eso afirmaba el joven Samuel
quien nos guiaba en esta travesía. Un poco más arriba encontramos en la parte
derecha del río un muro de piedra que al parecer era utilizado por la empresa
productora de energía que antiguamente había en el pueblo, y utilizaban la
energía que producía la cascada que era finalmente nuestro objetivo de la
travesía.
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Ya
estaba a punto de rendirme, subíamos a través del curso del río, de piedras unas
suaves, otras con filo que tallaban un poco los pies, cuando dando ya la vuelta
a la derecha nos encontramos frente a una imponente cascada que evidenciaba una
fuerza tremenda, y esto lo comprobó uno de nuestros compañeros que muy
temerario él, se adentró hacia la cascada y probó en carne propia su descomunal
fuerza. Estuvimos sentados un buen rato en unas piedras recibiendo el suave rocío que emanaba la cascada al chocar contra las piedras. Después nos devolvimos
antes de que oscureciera tratando de seguir el mismo camino, pero yo sentía ya
los pies muy cansados porque estaba descalzo y las piedras del interior del río
me tallaban, pensaba para no sentir dolor, que esto era un ejercicio
terapéutico.
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por: Andrés Avendaño Agudelo
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